miércoles, 11 de noviembre de 2015

Basket Case I (1982)





Título original
Basket Case 
Año 1982
Duración91 min.
País Estados Unidos
Guión Frank Henenlotterç
Música Gus Russo
Fotografía Bruce Torbet
Productora Basket Case Productions


Basket Case es una película de los géneros terror y comedia escrita y dirigida por Frank Henenlotter en 1982.

Tuvo dos secuelasBasket Case 2 (1990) y Basket Case 3: La prole (1992) del mismo director.



Es señalable su bajo presupuesto y el alto contenido violento. La película ganó popularidad en los años 1980 debido a la aparición del vídeo casero.


Sinopsis

El inocente Duane Bradley llega a Nueva York transportando una cesta que contiene a su hermano Belial, su ya separado hermano siamés, que ha quedado inhumanamente deformado al punto que ya poca gente conoce su existencia y se duda de que sea humano.

Después de que su madre muriera en el parto, el padre de los gemelos unidos espantado de su deformidad se refiere a ellos simplemente como "el chico y el monstruo". Apenado por la muerte de su querida esposa, trae a tres doctores con las esperanza de que logren separar a los gemelos para que así Duane pueda llevar una vida normal y confía en que Belial muera durante la operación. Éste sobrevive a la operación y, junto con Duane, va tras los tres médicos responsables de separarle de su hermano con el fin de asesinarlos.

De cualquier forma, la aparición de Sharon en la vida de Duane vuelve a los 2 hermanos en contra, poniendo en riesgo la vida de la gente que los rodea.

Efectos especiales

Frank Henenlotter creó las escenas de acción de Belial utilizando la técnica de animación Stop-motion. Cuando la mano de Belial se ve atacando a sus víctimas, es en realidad un guante manejado por Henenlotter. Aunque Belial es una marioneta, para la escena de acción se utilizó un modelo de arcilla. Éste modelo también se utilizó en las escenas en las que los ojos de Belial se volvían rojos.



Crítica

Todo doctor Jekyll tiene a su Mr.Hide, esa cosa que nos hace darle corriendo al botón del ascensor cuando oímos que se aproxima algún vecino. Esa dualidad que nos permite estar en equilibrio.

A Duane le separaron de su diablillo interior cuando sólo era un niño. Por suerte “cosita” (denominada así a partir de ahora) no murió, lo que hubiera propiciado, al igual que en la novela de Stevenson, la muerte de nuestro protagonista.

Ahora Duane, al igual que su mata de pelo, ya esta crecidito. Es hora de ir Nueva York, al mugriento y mítico Hotel Broslin, en busca de venganza.
“Cosita” no parará hasta dar captura a los causantes de que su alma pulule en dos cuerpos distintos. Es preciso calmar la rabia de este insólito dúo-hombre condenado a convivir con una cesta de mimbre de por medio.

Mientras, Duane disfruta del pecado y la lujuria de la gran manzana. Y hasta se enamora en una cita idílica, fruto de la no presencia de “cosita”, que deja fuera los instintos más animales de Duane, que harían de ese platónico encuentro una mera estrategia para echar una canita al aire.
Pero “cosita” no puede dejar el tema así y necesita ir a hacer una visita a la novia de Duane (que también es la suya, con todas las de la ley) para hacer realidad sus pensamientos más lascivos, tocándole una teta.
Los hombres somos las dos caras de una misma moneda, indivisibles. Por eso chicas, causantes de nuestros más puros y lascivos deseos, no seáis tan estrechas. O "cosita" os atacará por las noches.

Esta es mi lectura, busca tú la tuya. Las hay a decenas.

Eso es lo que la hace grande.
Favio Rossini



Antes que nada, he de advertir que me niego rotundamente a mencionar siquiera el título con el que “tradujeron” en España esta cinta. Ésta es la mítica película del canasto, su mismo nombre lo decía, de la cesta cuyo contenido no preguntaría nadie con tanta alegría si intuyera siquiera la respuesta. No se atrevería ni el lobo de Caperucita.

Muy conocida dentro de las comunas cinéfilas más taradas, Basket Case es de lo mejor que nos podríamos encontrar dentro de ese marginal subgénero llamado “splatstick”, que sin andar desgajando acrónimos y para que nos entendamos vendría a ser algo así como “Comedia Gore”. Y es que el cine Gore llegó a tales extremos y tales excesos que algunos directores, para no inhibir su insaciable obsesión por cortarlo todo en juliana y no dejar ni una uña viva, optaron por salpimentar semejante guiso con humor, quizá porque ni ellos se creían ya aquello que ofrecían al… ¿respetable?

No sé si merezco respeto por rendir pleitesía al bueno de Frank Henenlotter, aunque sí reconozco no estar muy bien de lo mío cuando he disfrutado y sigo disfrutando como un niño con las creaciones de este cineasta y guionista, que además de convertir en franquicia este film que os traigo bajo mi axila (con dos entregas más por si nos sabía a poco ésta), siguió sin atar corto a sus neuronas y alumbró ese glorioso despropósito bautizado como Brain Damage (1988), además de una “curiosa” revisión de la obra cumbre de Mary Shelley con Frankenhooker (1990). Lejos de aburrirse, Henenlotter sigue en la brecha, aunque en esa sombra que cobija a este tipo de infragéneros, y en 2008 volvió a asomar la gaita con otra chifladura suya llamada Bad Biology, donde retomaba su pasión por las malformaciones humanas de ayer y nunca.

Y ya centrándonos en el film que nos ocupa, Basket Case nos viene a contar la historia de una atroz injusticia. Dos hermanos siameses, con ya uso de razón y habiendo aceptado su naturaleza de convivir tan pegaditos, son separados a la fuerza por unos malvados doctores contratados por el padre, que detestaba a uno de los hijos del pack, obviamente al que salió con el guapo menos subido digamos. En la más impune e indecorosa clandestinidad los separarán como a yogures, y el más pocho, prestos los médicos a cumplir la normativa de sanidad y derechos humanos, acabará como dicen los expertos en la puta basura.

Pasan los años, pero los hermanos Bradley no olvidan. Los dos, tanto el que salió guapo como el que salió a la calle (y en una bolsa negra), logran sobrevivir y se acaban reuniendo en secreto para trazar juntos un plan de venganza contra todos los que tuvieron que ver en aquella intervención. Y a partir de ahí es cuando la sangre entra en escena, ansiosa ella con el papel aprendido, para brindarnos una auténtica fiesta en honor al más dudoso gusto, ¡pero con un arte…!

En un principio al engendro le cuesta salir, tiene miedo escénico, pero mientras se anima o no a entrar en acción es un gustazo verle, o más bien oírle zamparse las hamburguesas que a mansalva le vuelca al cesto su hermano, y con papel y todo (y es que lo quiere tanto…). Una vez llegamos a las muertes, sorprende la táctica ofensiva tan estudiada y refinada que tiene el monstruito, basada en ponerle la manopla en la jeta a su víctima y justo lo siguiente son gritos, carne crujiendo y churretadas de sangre yanqui por doquier. El puntazo más tronchante e inesperado para mí de todo el rollo está cuando la criatura estrena esa pequeña televisión que le acababa de regalar su hermano (y hasta aquí puedo escribir). Sorpresas como ésa son las que hacen tan interesante a esta cutrez, como esos arrebatos violentos que se gasta el bicho y que no te esperas, bicho como digo que bien que se las arregla pese a ser un cacho carne con ojos marineándose por donde quiere y atrapando a quien le da la gana, gracias a lo bien alimentado que lo tiene su hermano y a… cómo no… ese truquito entrañable que le da vida, llamado stop-motion.

Paralelo a lo que viene a ser la búsqueda del descojone (intencionada o no), me llama la atención cómo Henenlotter, tanto director como guionista del asunto, mete momentos de dramatismo en la película, y con tal intensidad que no sabes si realmente en algún momento se está tomando en serio el creador su propuesta. No podemos olvidar tampoco ese elemento extra, ese aditivo como paranormal que contiene el guión, que es la telepatía que existe entre los dos hermanos, insinuando la razón de tal poder mediante el hecho de que antes ambos eran uno. Muy buena ésa.

Esas peculiaridades crean grandes contrastes cuando colisionan con momentos realmente jocosos del film: No se pierdan por ello, además del momentazo “tele nueva” que ya mencioné, la respuesta que nuestro protagonista le da a la prostituta negra, cuando en plena borrachera de ambos ésta le hace la pregunta del millón (“¿qué llevas en la cesta?”). Una respuesta muy obvia pero a la que le saben sacar jugo, mucho después de la no tan obvia secuencia de la sala de espera, la primera de varias que visitaremos ya que los objetivos son médicos, aquélla donde Duane (Kevin Van Hentenryck) conocerá a esa rubia maciza y algo desquiciada llamada Sharon (Terri Susan Smith), cuya primera aparición derrocha surrealismo por las cretineces que suelta la nena desde su mostrador. Más adelante, Sharon será razón de sobra para que la película saque otra faceta de varias que tiene: su parte sexual, pero desarrollándola de forma nada convencional, y ahí lo dejo.

Basket Case es nada menos que el debut cinematográfico de Frank Henenlotter, aquí se hizo un hombre el muchacho, y de camino, se lució. Si te partiste el esternón (colegas en derredor) con obrazas y obrones como Evil Dead, Brain Dead o Mal Gusto, no puedes seguir parpadeando sin echarte a la retina esta pieza de culto de aquella era bíblica, del penúltimo decenio del siglo XX, cuando dos dioses luchaban entre sí por obtener el poder, uno llamado VHS y el otro Beta. “Betasaber” quién perdió…

Lector que desconoces la ópera prima del gran Frank, anímate, tan sólo son 91 minutos de tu vida, ¿qué vas a perder, además del juicio?

¡Serie B al poder! ¡Y que cumpla muchos más!

http://www.mascriticas.com/critica/pelicula/basket-case-frank-henenlotter-1982

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